Evita este Mito a Toda Costa
Por Gonzalo Fuentes
“La vida es lo que te sucede mientras estás ocupado haciendo otros planes.”
John Lennon
Quizás sea por la forma en que se educa en los colegios y por cómo están configuradas estas sociedades que caemos en este mito con una inusitada facilidad. Quizás sea porque en vez de explotar lo que más nos llama la atención y nuestra curiosidad desde niños, se nos anima y enseña a encajar en una estructura ya creada. Pero el caso es que caemos en esta trampa. Una trampa que puede arruinar una vida si te descuidas.
¿Pero a qué trampa me estoy refiriendo?
Me estoy refiriendo a plantear nuestras vidas bajo el prisma de lo que voy a llamar…
El Mito de los Resultados.
Es un mito, o un condicionamiento, que mueve nuestro mundo demasiado y que deberíamos deshacernos de él si queremos vivir unas vidas más plenas, con mayor satisfacción, placer y realización.
Pero, ¿qué quiero decir con esto del mito de los resultados?
Te voy a poner un ejemplo. Imagina que quisieras ser zapatero. Un zapatero famoso con un montón de dinero. Para ello seguramente tendrías que hacer unos zapatos espectaculares que se desmarcasen de la competencia. Y obviamente saber venderlos muy bien. Pero hay un problema. Hacer zapatos no es algo que disfrutes lo más mínimo. Así que lo más probable sería que nunca serías un zapatero famoso y rico o bien llegarías a serlo siendo un completo infeliz. Porque para ser zapatero famoso y millonario tendrías que hacer zapatos todos los días. (Se podría dar el caso que llegaras a ser famoso y rico vendiendo zapatos hechos por otros, pero entonces serías vendedor de zapatos, no zapatero.)
¿Es un poco absurdo lo que te acabo de contar, verdad? Todo esto de querer convertirte en un zapatero famoso y rico sin gustarte hacer zapatos. Pues bien, lo curioso es que este tipo de decisiones las toma la mayor parte del mundo para decidir en qué trabajar y qué perseguir en la vida. Hemos creado un modelo en el que nos fijamos más en los resultados que en los procesos.
Veamos ejemplos más reales. Cuando yo decidí estudiar Arte Dramático y ser actor existía todo ese glamour de ser famoso y con dinero. Las escuelas de Interpretación se llenaban, y creo que se siguen llenando, de actores y actrices potenciales cargados de sueños. De sueños de ser ricos y famosos. Pero una cosa es ser rico y famoso y otra muy distinta es ser actor. No está estrechamente vinculado. Eso es una falacia que venden los medios y una sociedad empeñada en valorar el dinero y la popularidad por encima de otras muchas cosas. Ser actor o actriz significa dedicarse a un oficio. Un oficio difícil y complejo que pasa actualmente incluso por más dificultades de las que siempre ha experimentado. La mayor parte de los actores no son ni ricos ni famosos, y ser actor en este país no es tarea fácil. De hecho es una tarea de locos casi imposible. De locos porque no hay industria, no hay dinero y prácticamente no hay trabajo. Lo tienes que crear tú y por poco dinero. De modo que visto así, ser actor es más bien un asunto de pobres y desconocidos. No ricos y famosos. Aun así, la tendencia general de las personas a las que les comentas que eres actor consiste en preguntarte: ¿sales por la tele?
Por la tele sale mucha gente. Ser actor o actriz es dedicarse a un oficio complejo en el que tienes que desarrollar un arte, una inteligencia emocional muy fuerte, una capacidad de memorización importante, una conciencia corporal, capacidad de observación, capacidad de encarnar el ego de un personaje que no eres tú, capacidad social para venderte constantemente, capacidad expresiva, etc, etc, etc. Si quieres ser actor es porque disfrutas haciendo tu oficio. Si quieres ser rico y famoso… No sé, ahí no puedo ayudarte.
Es el mito de los resultados. El mito de los resultados frente a los procesos. Céntrate en los procesos. ¿Qué es lo que disfrutas haciendo? ¿Qué es lo que te gusta hacer Ahora? Porque ahora es el único momento que tienes, y si vas a gastarlo haciendo cosas que te disgustan para obtener un resultado futuro que no sabes si llegará, entonces estarás tirando tu vida al desagüe.
No hay nada malo en tener unos resultados y objetivos a la vista. De hecho es necesario. Eso marca tu dirección, pero nada más que eso, es como ponerte una zanahoria delante del hocico, un incentivo. Si quieres hacer unos zapatos preciosos es un objetivo hermoso, pero más te vale disfrutar de hacer zapatos, porque si no ese objetivo se reduce a un absurdo y a una tarea bien complicada e insufrible.
Puedes generar una vida de bienestares para encajar en esta sociedad que hemos creado. Pero, ¿cuál es el verdadero bienestar? ¿Dedicarte a algo que no te deja casi tiempo y que no saca lo mejor de ti mientras tienes muchas comodidades de las que no disfrutas? ¿O más bien es dedicar tu tiempo a algo que te llena y hace que te olvides del reloj?
El mito de los resultados es como el hombre que vive el sexo con el único objetivo de eyacular, o aquella persona que decide llevar una dieta estricta para adelgazar pero ha dejado de disfrutar del acto de comer. Aquel que busca conseguir dinero para llevar la vida que nunca tiene tiempo de llevar. O aquella madre que no deja de pensar en qué le gustaría que estuviera haciendo su hijo en vez de vivir qué es lo que ya está haciendo y saber qué se le pasa por su cabeza y su corazón.
El mito de los resultados es como estudiar una carrera por el simple hecho de conseguir un título, o hacer algo que no te gusta por alcanzar un determinado estatus social. Es deslomarse haciendo algo estresante y enfermizo para mantener un piso, un coche y una familia de los que prácticamente ni disfrutas.
Lo importante es el proceso. ¿Qué es lo que te gusta hacer? ¿Qué enciende tu mecha? ¿Qué incendia tus venas? Cuando te sumerges en el ahora y te olvidas del reloj y de esa gran mentira llamada tiempo, ¿qué estás haciendo?
Recuperemos los procesos. Si yo no disfrutara escribiendo, este blog no tendría ningún sentido, por mucho sueño o expectativa que pudiese albergar en él. Qué mejor que vivir el ahora con pasión y entrega. No hay futuro que pueda comprar eso.
Y si aun no sabes qué es lo que te hace disfrutar y cuáles son los procesos que te apasionan, prueba.
Prueba, prueba y prueba, hasta que los encuentres.
Un mundo de resultados engañosos. (Foto cortesía de Raquel Cortés).
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